_Calle Amapola.


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Cuando el mar llegó por última vez a Segovia

Hace unos 86 millones de años, durante el periodo conocido como Cretácico superior, el entorno de la Ciudad de Segovia era una planicie casi perfecta, en la que sólo destacaban pequeñas elevaciones redondeadas; por supuesto, aún no se había formado la Sierra, y la altitud media de la Provincia sobre el nivel del mar apenas era de unas decenas de metros. Lo que luego sería la península Ibérica se encontraba en latitudes subtropicales, por lo que el clima era cálido, con dos estaciones contrastadas (seca y lluviosa).

            Al tratarse de una de las épocas más cálidas de la historia de la Tierra, apenas había hielo en los Polos, ni importantes acumulaciones en los glaciares, lo que hizo que el nivel de mares y océanos se elevase significativamente, inundando zonas costeras situadas a baja altitud. Existía un gran océano, denominado Tethys, en la posición del actual Mediterráneo; y sólo estaba emergido el sector occidental de la península Ibérica (Macizo Ibérico) y una isla en lo que actualmente es Aragón (Macizo del Ebro); entre estas dos masas de tierra se establecía un estrecho que conectaba el océano de Tethys con el incipiente océano Atlántico, que se comenzaba a abrir paso en el golfo de Vizcaya.

            En estas circunstancias, un ligero aumento del nivel del mar que se produjo en el Santoniense (entre hace 86 y 84 millones de año), supuso un nuevo avance de la línea de costa hacia el oeste, llegando a las proximidades de la actual Segovia. Esta llegada del mar no se produjo de forma brusca y definitiva, sino que tuvo diferentes pulsos de avance y retroceso. Así, se sucedían y alternaban sobre Segovia ambientes de playas, llanuras litorales cubiertas por las mareas, zonas sumergidas con barras arenosas submarinas, pequeños arrecifes, etc., donde habitaban infinidad de invertebrados marinos (moluscos, braquiópodos, corales...) y seláceos (tiburones y rayas).

En el lecho de esas playas, llanuras de marea y zonas submarinas, se depositaron importantes cantidades de fangos calcáreos, arenas, arcillas y limos, que quedaban dispuestos en capas superpuestas, a modo de una gigantesca tarta con infinidad de finas capas. Los restos de los animales (dientes de tiburón, conchas de moluscos...) y su actividad vital (perforaciones en el fango, pistas de desplazamiento, etc.) se encuentran en dichas capas rocosas.

Después de millones de años, en los que estos sedimentos fangosos y arenosos fueron enterrados bajo cientos de metros de otros depósitos posteriores, produciendo su consolidación y cementación hasta formar rocas ‘duras’, la erosión de los valles de los ríos y arroyos (Eresma, Clamores, Tejadilla, Matamujeres...), ha puesto al descubierto esas capas rocosas formadas en las antiguas costas. Por esta circunstancia, existen en el entorno de Segovia una buena cantidad de excelentes afloramientos (lugares donde la roca está al descubierto, visibles sin excavar) de los sedimentos que representan la última llegada del mar a Segovia, hace unos 86 millones de años.

Entre estas rocas, destacan por la perfecta conservación de los detalles propios del ambiente en que se formaron, aquéllas que corresponden a medios mareales, esto es, en los que se reconocen los ascensos de la marea hacia la pleamar y los descensos hacia la bajamar. Estas oscilaciones rítmicas produjeron en el lecho marino una fina alternancia de láminas arenosas (arrastre durante el ascenso de la marea) y limo-fangosas (decantación durante la pleamar), que hoy pueden reconocerse como bancos laminados de areniscas y dolomías.

 

 

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