_La "Fuente Pinilla".

El manantial de esta zona de descanso constituye un lugar por el que salen al exterior las aguas subterráneas del interior de toda la ‘mole rocosa’ que queda tras este panel: unos ‘terrenos de lastra’, sobre los que se asientan los pueblos de Zamarramala y La Lastrilla.

Las rocas que forman estos terrenos, calizas y dolomías, se encuentran literalmente ‘perforadas’ por pequeñas oquedades, incluso cuevas, formando lo que se denomina un ‘macizo kárstico’. Precisamente esas oquedades las ha formado el agua que circula por las fisuras del interior del terreno, al disolver la roca y ensanchar las grietas. Toda la mole montañosa es pues como una gran esponja, en la que se infiltra prácticamente toda el agua que le llueve encima. Una vez infiltrada, el agua circula por el interior de esas pequeñas cavidades, hasta que sale al exterior en manantiales como éste. Las fuentes del Monasterio de El Parral y la de la Fuencisla, situada junto al Santuario, son surgencias de la misma naturaleza. Todas ellas, junto a muchas otras situadas a lo largo de toda la margen derecha del valle del Eresma, drenan las aguas de este pequeño macizo kárstico.

Desde que se infiltra en las plataformas culminantes, hasta su aparición en estos manantiales, el agua apenas atraviesa rocas o suelos que ‘filtran’ el agua (por ejemplo arcillas, arenas…), y que por tanto actúan como ‘depuradoras naturales’. Ello quiere decir que, de existir contaminación en algún lugar del macizo, ésta se propagaría rápidamente hasta los manantiales, lo que hace conveniente extremar las medidas de prevención de la contaminación en estos paisajes kársticos.

Las aguas de estos manantiales suelen arrastrar en disolución los componentes químicos de las rocas que atraviesan (calizas y dolomías), por lo que suelen ser bicarbonatadas cálcicas y/o magnésicas. A veces, cuando manan al exterior, los procesos químicos se invierten, y se produce la precipitación de carbonato cálcico, constituyendo las tobas.

Detrás de este panel también es posible ver un magnífico ejemplo de un pliegue formado sobre los estratos de rocas del Cretácico, que se formó como consecuencia de los empujes del levantamiento de la Sierra de Guadarrama, hace más de 10 millones de años (ver esquema explicativo en la señal del Itinerario del Cretácico).


Esquema de los procesos físico-químicos que tienen lugar en el interior de un macizo calcáreo, desde que cae la lluvia en lo alto de las lastras, hasta que sale el agua por los manantiales. Con ello se explica la naturaleza bicarbonatada de las aguas de estos manantiales. Tomado del libro “Segovia: ecología y paisaje”, Ayuntamiento de Segovia.

Pequeño pliegue en forma de Z que afecta a los bancos de rocas calizas y dolomías del cretácico, generado hace varios millones de años, como consecuencia de los empujes asociados al levantamiento de la Sierra de Guadarrama.

TORREONES DE CONGLOMERADOS

Cuando se produjo el levantamiento del Sistema Central, durante la orogenia Alpina (Paleógeno-Neógeno) hace unos 10-15 millones de años, los macizos rocosos recién elevados de la Sierra comenzaron a ser erosionados por los agentes externos, y los materiales erosionados fueron transportados por torrentes hacia las partes bajas, siendo depositados en la cuenca del Duero.

En el entorno de la ciudad de Segovia, el levantamiento de la Sierra de Guadarrama (Montes Carpetanos) condujo a la erosión inmediata de los materiales cretácicos (calizas, arenas y areniscas), para posteriormente afectar a los gneises y granitos infrayacentes. Grandes torrentes emergían desde las gargantas de la Sierra hacia el NNO, y depositaban sus arrastres al pie de los relieves, allí donde se producía disminución de su pendiente y/o ensanchamiento de los valles. El depósito adoptaba en planta una forma característicamente de sector circular, como un abanico abierto, y estaba constituido por aluviones (materiales arrastrados por ríos y torrentes). Por este motivo, a los ambientes sedimentarios que tienen estas características se les denomina abanicos aluviales.

Los materiales en el abanico aluvial al que nos referimos no se distribuían de forma aleatoria, sino condicionados por el comportamiento físico de los derrubios transportados por dichos torrentes: cerca del pie de la Sierra quedaban los fragmentos de roca más grandes (bloques, cantos y gravas), puesto que los torrentes no podían transportarlos más lejos, debido a su elevado peso; un poco más lejos podía ser transportada la fracción arenosa de los derrubios; y aún más lejos los limos y arcillas, que al ser más finos y ligeros fueron llevados a las zonas más distantes de los relieves montañosos. Así se produjo una gradación en los tamaños de los materiales desde el pie de la Sierra, donde se acumularon bloques y cantos, hasta las zonas más distales, donde se sedimentaron limos y arcillas, con todas las situaciones intermedias de tránsito y mezcla.

Cuando estos sedimentos se consolidaron, como consecuencia del peso de otros sedimentos que tenían sobre ellos, y se cementaron por la acción de las aguas bicarbonatadas procedentes de las calizas de sus cantos, pasaron a formar rocas compactas: los bloques, cantos y gravas formaron conglomerados calcáreos; las arenas formaron areniscas de tonos pardos; y los limos y arcillas, unas rocas llamadas lutitas, parecidas a arcillas secas y endurecidas.

Muy posteriormente, el río Eresma ha excavado su valle encajándose en todas estas rocas, permitiéndonos observar en sus laderas la transición, desde la Sierra hacia el Llano, de los conglomerados a las lutitas, pasando por las areniscas. Esta evolución tiene un recorrido de observación privilegiado siguiendo el Camino Natural del Eresma. Los conglomerados, con intercalaciones de areniscas, ocupan las laderas traseras del Centro Ecuestre de Castilla y León; las areniscas y arenas ocupan las campiñas de Valverde y Hontanares; por último, las lutitas predominan a partir de Anaya.

Allí donde afloran los conglomerados, como en las laderas de la trasera del Centro Ecuestre de Castilla y León (Escuela de Capacitación Agraria), aparecen unos relieves característicos por su erosión en las laderas del valle. Los bancos adoptan formas redondeadas convexas, donde las diaclasas (grietas) verticales y las intercalaciones subhorizontales de areniscas y lutitas (que forman abrigos y solapos) individualizan bloques paralelepipédicos a modo de torreones cilíndricos o hemisféricos. Este tipo de relieves es característico de las zonas con conglomerados, siendo su desarrollo espectacular en: sectores del Prepirineo oscense (Riglos, Agüero...), donde los torreones reciben el nombre de mallos; los valles en conglomerados triásicos de la Cordillera Ibérica, como el Barranco de la Hoz (Molina de Aragón, Guadalajara); o las inmediaciones del Monasterio de Montserrat (Barcelona). Precisamente de este último lugar procede uno de sus nombres más conocidos: relieves montserratianos.


La formación de los relieves montserratianos de las inmediaciones del Centro Ecuestre de Castilla y León en diferentes fases evolutivas: A) El relleno de conglomerados y arenas, cuya transición se produce de forma brusca, está afectado por dos redes de diaclasas (grietas) oblicuas; B) Los arroyos y regueros empiezan a erosionar las rocas a favor de las diaclasas; C) Las arenas son más fáciles de erosionar, dejando al descubierto los conglomerados, más resistentes; D) Los conglomerados adptan formas redondeadas y turriculares, limitadas por canales en donde se situaban las diaclasas. Dibujos: Jorge Soler Valencia.

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