Comuneros ¿Y si la culpa fue de la geología?

La configuración geológica y geomorfológica (tipos de terrenos y formas del relieve), los fenómenos meteorológicos asociados a la climatología variable del primer cuarto del siglo XVI en el centro peninsular y la hidrología superficial y subterránea, son condicionantes naturales abióticos que pudieron influir en el desarrollo del conflicto de las Comunidades. Por ello, acontecimientos singulares de la contienda, como el cerco a las ciudades castellanas como Segovia, la quema de Medina del Campo o la batalla de Villalar pudieron estar condicionadas por: las crecidas de los ríos, como barrera a las tropas; la ausencia de agua en los ríos y pozos para extinguir el fuego; y las litologías arcillosas y las lluvias torrenciales que embarraron el campo de batalla, favoreciendo a la caballería realista frente a la infantería comunera.

Analicemos esta influencia de la geología (Gráfica 1) en el desarrollo del conflicto de las Comunidades en este extracto del texto e imágenes del trabajo titulado «Condicionantes naturales abióticos en el conflicto de las Comunidades de Castilla» de A. Díez Herrero, M.A. Rodríguez Pascua, A. Salazar Rincón, M.A. Perucha Atienza y J. Morín De Pablos, presentado en el Congreso Internacional “El tiempo de la libertad. Comuneros V Centenario” (Cortes de Castilla y León, Valladolid, 18 al 22 de mayo de 2021) y recientemente publicado en el libro «El tiempo de la libertad. Historia, Política y Memoria de las Comunidades en su V Centenario» (S. Rus Rufino y E. Fernández García; Coords.).

Gráfica 1. Distribución de las principales localizaciones del conflicto de las Comunidades de Castilla (puntos rojos) sobre el mapa de las grandes unidades geológicas de la península Ibérica y Baleares. Fuente: En Díez-Herrero et al. (2022).

La batalla de Villalar del 23 de abril de 1521

Sin duda alguna, una conclusión en la que todos los historiadores coinciden casi con carácter unánime es el papel decisivo en el conflicto comunero de la batalla desarrollada en las proximidades de la pequeña localidad de Villalar (actual provincia de Valladolid) el 23 de abril de 1521. No sólo por las importantes bajas y pérdidas que produjo en el bando comunero, con la captura y enjuiciamiento de sus principales líderes y capitanes; sino también porque desencadenó la rendición en cadena de muchas de las ciudades y villas alzadas en comunidad, conduciendo al final del conflicto.

Mucho se ha publicado sobre esta batalla, tanto desde el punto de vista histórico[1], estratégico-militar[2] [3], jurídico-político e incluso divulgativo[4]; dando lugar a todo un conjunto de producción cultural artística (pinturas), literaria (poemarios) y hasta musical folklórica. Pero en pocas ocasiones se ha resaltado el papel decisivo que tuvo el medio físico abiótico en el desarrollo final de la contienda. La mayor parte de las crónicas originales, a pesar de posteriores versiones épicas y noveladas, señalan que la víspera de la batalla se produjeron precipitaciones tormentosas en el entorno del eje Torrelobatón-Villalar-Toro; fenómeno muy frecuente en la cambiante meteorología del primer cuarto del siglo XVI. Esas lluvias saturaron superficialmente los suelos y produjeron encharcamientos en las zonas llanas, como el entorno de Villalar, donde la constitución limo-arcillosa del aluvial del río Hornija y el desbordamiento de su afluente el arroyo de los Molinos y del propio río principal produjo un mayor embarramiento que en las inmediaciones del castillo de Torrelobatón (situado sobre un cerro a 750 m de altitud y dominando el valle del Hornija), de donde salieron las tropas comuneras capitaneadas por Padilla. Por ello, como la batalla se produjo en esta zona que, con motivo de su geología, geomorfología y meteorología previa se encontraba con los suelos saturados y poco transitables a pie (Gráfica 2), las tropas de caballería realistas (estimadas en 600 caballeros con lanzas por unos autores y entre 1800 y 2400 por otros autores[5]) pudieron moverse con más agilidad que las pesadas y torpes tropas de infantería comuneras, atascadas en el barro. De ahí que las pérdidas en la batalla fueran tan dispares entre ambos bandos y sesgadas hacia el lado de la infantería comunera respecto a la caballería realista.

Gráfica 2. Esquema cartográfico de transitabilidad del sector Torrelobatón – Villalar, a partir de la reclasificación del Mapa Geológico y Geomorfológico Nacional 1:50.000 (MAGNA). formas del terreno (entre paréntesis, tipo de substrato): 1 – páramos (caliza); 2 – cerros testigo (litología igual que 3); 3- laderas y campiñas (marga, limo y arena fina consolidado); 4- terrazas del Hornija (gravas, cantos y arena); 5- llanura de inundación / fondos de valle (limo arcilloso y arenoso sin consolidar). Fuente. Instituto Geológico y Minero de España (IGME)[1]. En Díez-Herrero et al. (2022)..

[1] Antonio Pineda Velasco, Eduardo Piles Mateo, Ángel Salazar Rincón, Mapa geológico de España, escala 1:50.000, Tordesillas (371). Instituto Geológico y Minero de España, 2000.

Más en detalle, los suelos embarrados, saturados en agua y poco transitables afectaron a las tropas de Padilla de dos formas. La primera, en el desplazamiento desde Torrelobatón a Toro, que se realizó con lentitud debido al acompañamiento del tren de bagaje formado por las piezas de artillería -6 cañones de gran calibre, como el San Francisco-, serpentinas, culebrinas, barriles de pólvora, 600 balas de hierro…a lo que habría que sumar carretas con material de asedio -picos, palas, azadones, escalas…-. Hasta entonces las tropas comuneras habían sido capaces de ser eficaces con razzias con pocos efectivos, como la toma de la villa y el castillo de Castromonte. La disposición de Padilla en el traslado atestigua con claridad la protección de su avituallamiento crucial para la defensa futura de Toro. La infantería en vanguardia de la formación, seguida de la artillería y cerrando la formación la caballería. Por el contrario, las huestes realistas en su persecución emplearon la caballería y la artillería de campaña tirada por caballos -1.000 kg. y 4 km/h-, no por los pesados tiros de bueyes, mucho más lentos (Gráfica 3). Los infantes y el tren de aprovisionamiento realista se dispuso en retaguardia y no entraron en combate, ya que su marcha era más lenta.

Gráfica 3. ”La marcha a Villalar”, de Eugenio Álvarez Dumont (h. 1880). Representación idealizada decimonónica de la lenta marcha de los carros de bueyes con las piezas de artillería del ejército comunero. Fuente. Eugenio Álvarez Dumont[1].
[1] Tomás Gismera Velasco, Juan Bravo. Entre la Historia y la Leyenda. Vida y hechos del capitán comunero, Ticia: Tiempos de Historia, 155 pp., 2020
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La meteorología del día 23, con una fuerte lluvia impidió el despliegue efectivo de la infantería comunera como un frente compacto capaz de resistir una carga de caballería, así como desplegar la artillería, muy superior a la realista. El espacio en el que Padilla se vio obligado a presentar batalla, en el camino hacia Toro, con el puente de Fierro y el arroyo de los Molinos al Este, y sin llegar a alcanzar la villa de Villalar al sur, era claramente desfavorable. Un terreno llano, encharcado y embarrado, sin ventajas topográficas para la infantería, mientras la caballería realista inició su ataque desde las lomas con la pendiente a su favor. Finalmente, la lluvia impidió que los 1.000 escopeteros comuneros utilizasen sus armas, lo que dejaba el combate en manos de las 400 lanzas que tenían que aguantar una carga de caballería desde ambos flancos.

En estas condiciones geológicas, si alguna posibilidad tenía la infantería comunera era flanquearse con los escasos accidentes topográficos que hay en esta zona. Estos serían el Río Hornija y el Arroyo de los Molinos (Gráfica 4 (1)). Esos pequeños cauces no impedirían el paso de la caballería realista, pero sí serían un obstáculo que al menos rompería el galope de una carga. Por eso, los comuneros pudieron situarse en la confluencia de estos cauces. La infantería que estaba más al oeste, en la confluencia de los cauces, estaría mejor resguardada, protegiendo su flanco izquierdo, mientras que los que estaban situados más al este, solo estaban “protegidos” por el arroyo (Gráfica 4 (2)) y por eso fueron los que no pudieron resistir la carga de caballería y huyeron hacia Villalar (Gráfica 4 (3)). La carga de la caballería realista se realizó dividiendo sus efectivos, atacando por los flancos, los que se situaron en el este contaron con una ventaja extra, una diferencia de cota de entre 40 y 50 m que favoreció la inercia de la carga sobre el flanco derecho de los comuneros (topográficamente más bajos), provocando su desbandada hacia Villalar. El último episodio de la batalla lo constituye la captura de las tropas comuneras que huían hacia Toro, que tuvo lugar en los mismos materiales geológicos que el escenario de la batalla (Gráfica 4 (4)), y que debido a la alta plasticidad de sus materiales tras el periodo de lluvias, habría frenado considerablemente su huida.

Gráfica 4. Esquema teórico del teatro de operaciones de la batalla de Villalar y su relación con los accidentes geográficos y el sustrato geológico. Fuente. Base cartográfica geológica del Instituto Geológico y Minero de España (IGME)[1]. En Díez-Herrero et al. (2022)..
[1] Antonio Pineda Velasco et alii, Mapa geológico de España, op, cit., 2000.

El modelo digital del terreno de la Gráfica 5 muestra que la posible ubicación de la infantería comunera en la confluencia del río Hornija con el arroyo de los Molinos es una zona elevada con respecto a su entorno. Mientras que las áreas situadas al Este son zonas deprimidas, lo que complican su defensa. Además, las zonas deprimidas estarían más encharcadas que las elevadas, lo que dificultaría aún más el movimiento de la infantería.

Gráfica 5.  Modelo digital del terreno del escenario de la Batalla de Villalar. Los círculos con el símbolo “+” representan zonas topográficamente elevadas con respecto a su entorno; y los símbolos “-“ son zonas deprimidas. En azul la situación de la infantería comunera y en blanco con cuadrados rojos la caballería realista. Fuente topográfica: Datos procedentes del MDT02, segunda cobertura 2015-actualidad; Instituto Geográfico Nacional (IGN). En Díez-Herrero et al. (2022).

Si la batalla se hubiera producido un kilómetro más hacia el noroeste, en la margen derecha del río Hornija, sobre las terrazas de gravas y arenas, donde el subsuelo es menos arcilloso y la topografía menos desfavorable, quizás el desenlace o el balance de fuerzas hubiera sido otro.

Para saber más…

Díez Herrero, A.; Rodríguez Pascua, M.A.; Salazar Rincón, A.; Perucha Atienza, M.A.; Morín De Pablos, J. (2022). Condicionantes naturales abióticos en el conflicto de las Comunidades de Castilla. En: S. Rus Rufino y E. Fernández García (Coords.), El tiempo de la libertad. Historia, Política y Memoria de las Comunidades en su V Centenario, pp. 278-296. Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S.A.), Colección Historia, 1ª ed. (2022), Valladolid, 720 pp. ISBN: 978-84-309-8434-3. Depósito Legal: M. 8.282-2022.


[1] Juan Ortega y Rubio, Torpeza de los comuneros en Villalar y famosas cartas de Juan Padilla, 1894.

[2] Rubén Sáez Abad, “La batalla de Villalar 1521”, Guerreros y Batallas, 104, Almena, 102 pp., 2015.

[3] Alberto Raúl Esteban Ribas, “La batalla de Villalar”, Desperta Ferro, 51, 46-51, 2021.

[4] Manuel Moncada Lorén, “La batalla de Villalar y el fin de la rebelión comunera”, National Geographic Historia, abril 2018.

[5] Alberto Raúl Esteban Ribas, “La batalla… op. cit., pp. 47, 2021.


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