Extracto del apartado 10.9 de «Las raíces del paisaje. Condicionantes geológicos del territorio de Segovia» (Díez Herrero y Martín Duque, 2005)
Un cañón es un valle estrecho, de paredes más o menos verticales o escalonadas y fondo plano. En planta, los cañones pueden ser rectilíneos o bien describir curvas (meandros encajados), en cuyo caso se les denomina ‘hoces’ [por su parecido con el tradicional apero de labranza]. Los cañones se desarrollan habitualmente en series de rocas sedimentarias, como calizas o areniscas.
Dada la escasa entidad (superficial y de espesor) que tienen los materiales cretácicos que forman el borde norte del piedemonte segoviano (lastras y cuestas arenosas), la erosión de los ríos principales sobre estos terrenos ha formado hoces y cañones de pequeño tamaño. Los primeros son normalmente tramos de los segundos, y reciben entonces el nombre de ‘hocinos’. Por ejemplo, el arroyo de Matamujeres cerca de Madrona (arroyo del Hocino)
Entre esos pequeños cañones y hoces se encuentran los elaborados por los ríos y arroyos siguientes: Moros, entre Vegas de Matute y Guijasalbas; Herreros en Ortigosa del Monte; Milanillos, Matavacas, Frío y Matamujeres, cerca de Madrona; Tejadilla, Clamores y Eresma, en el entorno de la ciudad de Segovia; San Medel, entre Espirdo y Bernuy; Polendos, entre La Higuera y Quintanar; Pirón y Viejo, en Torreiglesias; Horco, en Caballar; La Matilla, entre el Cubillo y el Guijar; Santa Águeda y Cega en Arahuetes y Pajares de Pedraza; Cega y las Vegas, entre el paraje de Las Vegas y La Velilla; Vadillo, en Pedraza; San Juan, en Prádena, y luego entre Castroserna de Arriba y Valdesaz; y Caslilla en Casla.
Por su diversidad de formas, los cañones de los ríos Pirón y Viejo constituyen una localización de elevado interés didáctico. Los ríos Pirón y Viejo confluyen en el término municipal de Torreiglesias. Lo hacen sobre un terreno de rocas ‘calizas’ (en realidad dolomías, calizas y margas), de manera que las formas del relieve de este entorno son producto de una combinación de la acción geomorfológica de los ríos (procesos fluviales) y de la disolución de las rocas carbonáticas (procesos cársticos o kársticos). El resultado es la formación de unos valles de paredes bastante verticales y fondo plano, cuyo entorno más inmediato está salpicado por algunas formas cársticas típicas: manantiales caudalosos, cuevas y pequeñas dolinas.
La formación de cañones, cuevas, manantiales y torcas
Al igual que otros pequeños cañones del piedemonte, la localización inicial de los valles del Viejo y del Pirón en Torreiglesias está condicionada por fallas, que fracturan los conjuntos rocosos y constituyen las zonas por las que los ríos pueden erosionar de manera más fácil. Se trata de fallas del basamento, pero que afectan también a la cobertera sedimentaria en la que se desarrollan los cañones. En la sierra y el piedemonte, los ríos se adaptaron en buena medida a estas fracturas, y al llegar a las coberteras sedimentarias las atravesaron, excavando allí donde las fallas habían conseguido ‘romperlas’.
Pero la acción de las aguas encauzadas estuvo reforzada aquí por la acción del agua subterránea en el interior de estos terrenos ‘calizos’ (erosión cárstica). Más efectiva en las proximidades de los cursos fluviales, porque las aguas que se infiltraban en las lastras iban finalmente a parar a los citados ríos, de manera que entorno a éstos se concentraba la mayor parte de la circulación de agua.
La erosión cárstica se produce cuando el agua de lluvia se combina con el CO2 existente en la atmósfera, pero sobre todo con el CO2 del suelo –más abundante aún—, formando ácido carbónico (H2CO3). El agua cargado de ácido carbónico se infiltró en estos terrenos a través de sus discontinuidades (fracturas y planos que separan los estratos), ‘disolviendo’ las rocas del subsuelo. Calizas y dolomías son poco solubles en presencia de agua pura, pero lo son en presencia de agua con ácido carbónico.
Con el paso del tiempo las discontinuidades se ensancharon, y formaron una red subterránea de pequeños conductos conectados entre sí por los que circulaba el agua. Eventualmente las discontinuidades se ensancharon más, de manera que a partir de grietas muy pequeñas se formaron cavidades. Estas cuevas no llegaron a alcanzar aquí un gran desarrollo, pero su abundancia es suficiente como para llegar a caracterizar el entorno, y darle nombre: Covatillas (pequeñas cuevas). Alguna de estas cavidades llegó a colapsar, formando pequeñas dolinas (poco frecuentes también). Éstas, a su vez, se habrían ensanchado y solapado, condicionando la formación de pequeños valles (denominados entonces ‘de disolución’). La evolución de valles de este tipo habría sido finalmente el origen de alguno de los hocinos y cañones principales:
Elementos geomorfológicos singulares en un paisaje singular
Los procesos descritos en el apartado anterior han configurado algunos elementos geomorfológicos de gran interés científico y didáctico.
– La Cueva de La Vaquera. Constituye la cavidad de mayor desarrollo de todo el entorno, con casi un kilómetro de recorrido y tres galerías. Las dos galerías superiores están secas, mientras que la inferior está inundada. El agua de este nivel inferior forma una surgencia situada justo por debajo de la entrada a la Cueva desde el valle del Pirón. A medida que el nivel del agua descendió desde las galerías superiores a la inferior, éstas iban quedando parcialmente rellenas por agua, y en ellas se sedimentaron las arenas, limos y arcillas que rellenan buena parte de esta Cueva. El descenso del nivel freático fue la causa de que las galerías superiores quedaran secas, lo que permitió su utilización por parte de animales y por los primeros pobladores de la comarca. La abundancia y diversidad de recursos naturales en el entorno de los cañones del Viejo y el Pirón debió condicionar el establecimiento en ellos de algunas de las primeras poblaciones humanas de la Meseta Norte. Este hecho queda patente en la excepcional riqueza arqueológica de la Cueva de la Vaquera, que constituye uno de los yacimientos neolíticos más importante de toda la Cuenca del Duero (Zamora, 1976; Estremera, 2003).
– La fuente de Covatillas. Se trata de un ejemplo excepcional de manantial cárstico, que parece haber sido utilizado por el hombre desde antiguo, ya que la actual surgencia está tallada en roca. El manantial constituye la salida al exterior de la mayor parte del agua subterránea existente en los terrenos que quedan entre los ríos Polendos y Pirón. Es por tanto la surgencia de un verdadero río subterráneo, que con un caudal superior a los 100 litros por segundo es la principal fuente de alimentación del río en verano en esta zona. Sus excelentes aguas tienen altos contenidos en bicarbonatos, calcio y magnesio, lo que constituye una prueba muy convincente de la acción erosiva por disolución de estas aguas al atravesar los terrenos de calizas y dolomías (carbonato de calcio, y carbonato de calcio y magnesio respectivamente). La Cueva de La Arena se sitúa en las proximidades de este manantial, sobre la surgencia, y constituye el sistema de cavidades que ha quedado colgado a medida que el nivel freático descendía, por profundización del valle.
– La Torca del río Viejo. En la culminación de la ladera derecha del río Viejo, en las proximidades de un pequeño valle seco que desciende desde el sur de Torreiglesias, puede observarse un buen ejemplo de ‘dolina de colapso’: una depresión cárstica formada por el derrumbe del techo de una cueva. Esta oquedad en el terreno recibe el nombre de ‘torca’ (La Torca), que es un término utilizado de manera generalizada en algunas regiones del interior peninsular para denominar a las dolinas.
– Abrigos naturales de Santiaguito. La presencia de ‘abrigos naturales’ (solapos, viseras) es común en distintas localizaciones de las laderas del cañón del Pirón, sobre todo en sus tramos más verticales. Desde un punto de vista geomorfológico, este tipo de formas reciben el nombre de ‘laderas en extraplomo’ o balmas. Para explicar su formación hay que invocar varias posibilidades. Por una parte, el propio río Pirón, en su proceso de encajamiento, pudo excavar de forma concentrada algún tramo de las paredes del valle, normalmente a través de meandros cuya margen externa horadaba y disolvía directamente la roca. Pero la formación de estas laderas en extraplomo también pudo producirse por procesos de meteorización concentrada por agua subterránea (por debajo del nivel del suelo) que disuelven y desagregan la roca. Finalmente, podrían ser tramos de pequeñas cavidades, ‘cortadas’ por el propio río, e incluso coincidir con antiguas surgencias, pero éste parece el proceso menos probable aquí. Sea como fuere, estos abrigos suelen coincidir con estratos más fácilmente erosionables (más margosos) que los que quedan como base y techo o voladizo de la cavidad (areniscas dolomíticas), más resistentes.
Del conjunto de abrigos naturales de esta zona destaca especialmente uno, cuya configuración permitió la construcción de la ermita rupestre de Santiaguito, uno de los lugares más emblemáticos de estos valles.
– Canales abandonados del río Pirón. Aunque el aspecto de la llanura aluvial del cañón del Pirón parece uniforme (una gran pradera), un recorrido y observación por la misma permitirá identificar buenos ejemplos de ‘canales abandonados’. Éstos son reconocibles, además de por la propia forma de ‘canal’ excavado en la llanura, por la acumulación de gravas y arenas dentro de los mismos. Por estos canales, bien visibles en el tramo de llanura situado entre la ermita de Santiaguito y la entrada al río Viejo, discurría el río Pirón hace no demasiados años. Su abandono se habría producido con posterioridad a una gran inundación, después de la cual el canal se habría instalado en otra posición dentro de la llanura. Actualmente sólo circula agua por estos canales en periodos de crecidas, tras los cuales algunos tramos quedan como zonas encharcadas durante algún tiempo.
– ‘Panales de abeja’ excavados en roca. A mitad de camino entre la fuente de Covatillas y la ermita de Santiaguito, siempre sobre la llanura aluvial, aparece un gran bloque rocoso (de areniscas dolomíticas), caído desde las paredes del cañón por un antiguo desprendimiento. La identificación del bloque al que nos referimos es fácil, ya que está muy próximo a un meandro del río, y sobre todo porque está lleno de pequeñas oquedades, a modo de ‘panal de abeja’. Estas pequeñas oquedades constituyen un excelente ejemplo de ‘erosión alveolar’, la cual se produce por disolución y desagregación de la roca, por acción del agua, a favor de zonas de debilidad (planos de estratificación y diaclasas).
De Covatillas a Peñasrubias
Aguas abajo del caserío de Covatillas, y hasta las proximidades del Parral de Villovela, el río Pirón pasa a discurrir de nuevo sobre gneises. Tal y como lo hacía en el piedemonte. Esto se debe a la presencia de un pequeño bloque de ‘basamento’, a modo de macizo, en esta zona. El trazado de una de las fallas a partir de las cuales se eleva dicho bloque discurre prácticamente siguiendo la primera parte del camino de Covatillas a Cabañas y a Pinillos, y continúa por las inmediaciones del caserío de Covatillas hasta Torreiglesias. Esta falla puede intuirse debido al cambio de relieve y vegetación que se produce a partir de la misma. El tipo de sustrato (gneises) condiciona irremisiblemente el paisaje, de manera que de la llanura aluvial que rellenaba el fondo del cañón aguas arriba de Covatillas pasa ahora a un valle con forma de V, sin depósitos aluviales en su fondo, y en cuyas laderas aparece un denso encinar. El paisaje en este tramo recuerda a las gargantas del piedemonte, con llamativas formas acastilladas de gneises flanqueando el fondo del encajamiento, sobre todo en su margen derecha.
En la margen izquierda del tramo de río que venimos describiendo, si bien el fondo del valle tiene forma de V, la morfología de su parte superior recuerda a la de los cañones cercanos. Ello es así porque aparece aquí un retazo de rocas sedimentarias cretácicas (las que forman los terrenos de lastras y cañones), que de nuevo condicionan irremisiblemente las formas del terreno: cantiles o cortados rocosos prácticamente verticales en la parte superior, y taludes tendidos en la parte inferior, debidos tanto a la presencia de estratos de arenas y arcillas como a la caída de derrubios desde los cantiles. Estas rocas no aparecen sobre la parte superior de la ladera derecha porque se erosionaron.
Los escarpes rocosos aparecen también aquí salpicados de pequeñas cavidades, muy abundantes a ambos lados del camino que va desde Peñasrrubias a Pinillos. Alguna de ellas tiene un cierto desarrollo, como la cueva de La Bota. Pero lo que verdaderamente llama la atención es la tonalidad rojiza de esos escarpes, de la cual deriva el nombre de la población más cercana (Peñasrubias o Peñarrubias). La interpretación que se hace de esta coloración es la siguiente: lo que denominamos ‘calizas’ y dolomías están compuestas mayoritariamente por los minerales calcita (carbonato cálcico) y dolomita (carbonato cálcico y magnésico) respectivamente. Pero no de manera exclusiva, ya que existen otros compuestos (o ‘impurezas’) dentro de esas masas rocosas (fundamentalmente arcillas y óxidos de hierro). Cuando calizas y dolomías se carstifican (disuelven), formando los citados sistemas de cavidades, los otros compuestos no lo hacen, y quedan como residuos. En este caso, y en realidad casi siempre que aparecen tonos rojizos en el terreno, son los óxidos de hierro que recubren las paredes rocosas los que otorgan esta tonalidad.
El enclave de la población de Peñasrubias de Pirón, sobre un promontorio situado a mitad de ladera entre la pequeña garganta del Pirón y unos escarpes calizos rojizos, puede considerarse uno de los más singulares y de mayor valor paisajístico de toda la provincia de Segovia.
.
Para saber más
Díez Herrero, A. y Martín-Duque, J.F. (2005): Las raíces del paisaje. Condicionantes geológicos del territorio de Segovia. En: Abella Mardones, J.A.; Salinas, B. y Yoldi, L. (Coords.), Colección Hombre y Naturaleza, VII. Ed. Junta de Castilla y León, 464 pp.
Estremera, M.S., 2003. Primeros agricultores y ganaderos en la Meseta Norte: el Neolítico de la Cueva de La Vaquera (Torreiglesias, Segovia). Arqueología en Castilla y León. Serie Memorias 11. Junta de Castilla y León, Valladolid. 320 pp.
Martín Duque, J.F., Rincón, A., 1988. Estudio de ordenación territorial en un sector de la cuenca del río Pirón (Segovia). Premios del I Concurso sobre el Medio Ambiente. Caja Segovia, Segovia, pp. 108-176.
Zamora, A., 1976. Excavaciones de la Cueva de La Vaquera, Torreiglesias (Segovia). Edad de Bronce. Diputación Provincial de Segovia, Segovia.